Enroque largo VI

15 de mayo

En ocasiones siento que las historias se tejen a sí mismas, que la intervención de sus actores no es más que la maniobra premeditada sobre un telar. Podía pasar horas viéndola dibujando ojos y sentía que era algo del destino, que más temprano que tarde, cada trazo hecho en el papel terminaría reflejado en su pupila y luego en la mía. Esos hilos que me arrastraron con ella, me enseñaron cosas. Aprendí con mucho dolor que a veces, la imagen mental que tenemos de alguien dista mucho de lo que realmente es. Todos jugamos a lo mismo. Creemos saber bien las reglas, pero cuando perdemos, miramos en torno y decimos que alguien nos hizo trampa. Tampoco indagamos en el asunto, no es placentero descubrir que nuestra percepción es un cadalso, y la justificación que damos, a menudo termina siendo nuestro reflejo en el filo de la guillotina.

Decisión ligera

Nunca lo volví a ver. Lo último que supe fue que compró una aguja para coser en el bazar de la esquina. Supongo que una aguja era todo lo que necesitaba. El pobre tenía depresión y algunos incluso vieron su primer intento: Una semana antes se había lanzado desde la azotea del edificio en el que vivía, y los testigos afirmaron haberlo visto flotando como un globo.

Macabro amor

Aquella pareja era una molestia para los guardias. Al caer la noche se colaban a escondidas en el cementerio y le contaban chistes a las tumbas. Solo dos carcajadas eran escuchadas, la de él y la de ella. No se le podía exigir más a un público tan frío.

Ruta imprevista

Muchos pensaron y algunos incluso le advirtieron que era una ruta peligrosa, sobre todo considerando la falta de experiencia del muchacho. El trayecto era de elevada complejidad. Tan solo llegar al punto de partida ya se podía considerar una hazaña, teniendo en cuenta la gran distancia que había entre ese hito y el campamento popular. Antes de él solo dos personas habían marchado sobre aquellos agrestes parajes: un suizo y una francesa, ambos expertos senderistas.

Él, por otro lado, era joven, ignorante, impulsivo. Quería demostrar que tenía lo necesario para jugar en las grandes ligas. Llegando al inicio de lo que muchos llamaban con temor «el camino de los susurros» enfiló hacia el norte, alejándose del territorio conocido. Esa era su meta, improvisar una ruta y dejar huella como pionero.

***

Dos días habían pasado y el joven, aunque no arrepentido del todo, empezó a dudar de su ambición. El terreno era muy escarpado. La vegetación, complicada, y el viento un latigazo imparable. Nada imposible, en todo caso. La montaña ofrecía lugares para guarecerse de la hostilidad de la naturaleza, pero sentía un abandono terrible. A ratos creía estar caminando en una especie de limbo del cual no iba a ser capaz de escapar.

***

En el cuarto día comprobó que los rumores eran ciertos. Pese a no haber seguido la ruta tradicional, podía escuchar los susurros. A veces eran risas. Juraba que sí. Los días eran una turbia acuarela que se mezclaba y difuminaba con las noches, momento en el cual le costaba conciliar el sueño y, cuando lo hacía, tenía una vorágine de pesadillas en las que era perseguido por seres amorfos. Algunos reptaban los peñascos y tenían rostros como el de los tiburones.

***

En el quinto día supo que algo lo llamaba. ¿Lo sabía realmente o no? La duda hizo que los otros se burlaran y él caminaba más rápido. Más rápido. Más… hasta ese destello amarillento al otro lado del túnel. Sabía que era ahí, ese era el lugar. Al salir a la intemperie lo vió y se rió a carcajadas, luego tosió como si fuera a desangrarse. Había encontrado un inmenso cráter lleno de agua, pero era… ¿dorada? No le importó. Llevaba horas con una carraspera intensa, le picaban los ojos y tenía secas las mucosidades de la nariz. Se zambulló sin pensarlo.

***

—Mañana empiezan a cercar el terreno. Será de tres a cinco kilómetros a la redonda.

—Creo que es un poco exagerado. Aparte de nosotras, ¿quién podría terminar aquí? Estamos en la nada misma.

—Hace un par de meses una pareja de europeos pasó bastante cerca. Es cuestión de tiempo —sentenció una de las científicas, y después de unos segundos añadió—. Su alcance es de varios kilómetros. Nadie sabe por qué el gas tóxico emana de este cráter, pero causa alucinaciones espantosas. Ten cuidado y aléjate de la orilla. El traje y las máscaras que tenemos no servirían de nada si caemos. Nos sería imposible trepar de vuelta.

Ambas contemplaron el espeso humo amarillo que emanaba de aquel abismo y sintieron escalofríos. Era tan denso que no había manera de ver en su interior, pero se les pasó por la cabeza una macabra posibilidad. Podía ser que el lugar ya fuera un horrible cementerio.

Los pinceles de la venganza

Autorretrato como alegoría a la pintura – Artemisia Gentileschi, 1630

Es muy probable que no sepas quien fue Artemisia Gentileschi, o que nunca hayas visto las oscuras pinceladas que marcharon sobre parte de su obra. Y si lo hiciste ignorando la historia que vas a leer a continuación, puede que aún así hayas sentido el peso de las tinieblas con las que batalló Artemisia en su temprana adultez.

Nacida en Roma, en 1593, se codeó desde temprana edad con grandes artistas italianos, entre ellos su propio padre; Orazio Gentileschi, gran exponente de la escuela de Caravaggio. En el año 1610 y con tan solo diecisiete años de edad firma su primera obra, titulada «Susana y los viejos». Esta pintura fue quizá una suerte de presagio nefasto, una denuncia muda de la artista.

Susana y los viejos – Artemisia Gentileschi, 1620

Poco tiempo después y pese a su extraordinario talento, Artemisia no pudo continuar sus estudios de manera tradicional ya que las academias de arte estaban totalmente prohibidas para las mujeres. Orazio, preocupado y deseando que su hija desarrollara su máximo potencial pese a una sociedad que le era injusta, habló en privado con uno de los hombres con quien trabajaba en ese entonces; Agostino Tassi, y le pidió que fuera el nuevo maestro privado de su hija. Esta sería una decisión de la cual Orazio y Artemisia se arrepentirían poco tiempo después.

En 1611 Artemisia es violada por Tassi. De este suceso tan lamentable existe un registro detallado; del crudo testimonio de la artista, los aberrantes métodos del tribunal para comprobar la veracidad de su acusación, y la ínfima condena que recibió el violador.

«…me metió una mano con un pañuelo en la garganta y boca para que no pudiera gritar y habiendo hecho esto metió las dos rodillas entre mis piernas y apuntando con su miembro a mi naturaleza comenzó a empujar y lo metió dentro. Y le arañé la cara y le tiré de los pelos y antes de que pusiera dentro de mí el miembro, se lo agarré y le arranqué un trozo de carne

Testimonio de Artemisia Gentileschi en el juicio contra Agostino Tassi.
Judith decapitando a Holofernes – Artemisia Gentileschi, 1620

En la pintura superior se puede apreciar la oscuridad y la sed de venganza que había en el alma de la artista. Hay que recordar que esta escena ya había sido pintada antes, pero si la comparamos con la de Caravaggio, por ejemplo, veremos que el enfoque de Artemisia es uno mucho más crudo y violento: La mujer que entierra la espada en la garganta de Holofernes está mucho más decidida, y la acompañante incluso le ayuda a someter al general asirio.

Sin duda alguna, Artemisia fue una genio y una mujer admirable. Compitió de igual a igual con los mejores artistas masculinos de su época, en un contexto histórico en el que la mujer tenía mucho en su contra. Artemisia viajó mucho y tuvo una gran carrera como artista, dejando huella en todos lados. Logró sobrellevar un evento traumático, convirtiéndolo en pólvora que disparó en varias de sus obras, las cuales a día de hoy podemos sentir, disfrutar y reflexionar. Para muchas personas, Artemisia es un verdadero símbolo del feminismo, la fortaleza y el arte.

Juguete para perro

Soy la caminata en el bosque,

El deseo de volver a lanzar

esa pelota mordida

y ver tu carrera endiablada

.

Soy la nostalgia en la fotografía

el anhelo de volver atrás

y lanzar esa pelota mordida

que ya nadie persigue

3 Beneficios de escribir y cómo evitar sus trampas

Beneficios

1. Cuestiona tus ideas, derriba tus dogmas.

A veces nos damos cuenta de lo poco que sabemos acerca de un tema cuando nos sentamos a escribir. ¿Cuándo fue la última vez que escribiste sobre una idea que tuviste, un argumento político o una reflexión filosófica? Sé honesto/a. ¿Qué tan profundo llegaste, o solo rasgaste la superficie? Puede que hayas buscado algo en tus libros o en internet y terminaste engullendo la idea que otro ya había cocinado. ¿Citas la receta, por lo menos? ¿o haces pasar el hurto como idea propia? Escribe sobre ello y luego me cuentas.

2. Escribir puede salvar tu vida

Desplegaste toda tu labia con esa persona que te gusta y aún así te dejó en visto, o peor aún, te bloqueó. Si tu inteligencia emocional es alta puede que te haya dado hasta risa, pero si aquel rechazo te pegó más fuerte que un padrastro borracho, considera escribir algunas líneas a modo de desahogo. Te será más fácil desenredar tus emociones, y si la razón de tu dolor es algo más compleja, puede que escribir te revele nuevas pistas que te acerquen a la raíz de tu conflicto interno, así como a posibles soluciones. Ahora, si tus problemas son graves y/o padeces de un sufrimiento prolongado e intenso, lo mejor que puedes hacer es acudir a un profesional. Pero a lo que voy es; hagas o no una terapia psicológica, el lápiz y el papel siempre serán tus aliados.

3. Te da un empujón en la dirección correcta.

Algunos quieren ser el nuevo hit musical, otros sueñan con tener un circo ambulante de pulgas o, si eres un chiflado como yo, puede que hayas elegido la más terrible de las miserias: querer vivir de lo que escribes. Sea lo que sea, si tienes un objetivo y quieres cumplirlo vas a tener que maquinar una estrategia y un plan. Escribe sobre tus objetivos a corto y largo plazo, sobre las cosas que sabes que tienes que estar haciendo para llegar a donde quieres estar, y sobre lo que debes evadir a toda costa. Tú sabes bien a que me refiero. Al finalizar el día, escribe un resumen. Tus errores, tus aciertos, y lo que puedes hacer para que el día de mañana sea mejor.

Trampas

Primera trampa: la página en blanco

Esto es bastante común. El temido bloqueo al momento de escribir. La solución aquí es entender dos cosas:

1) El borrador no siempre comienza desde el principio: Puedes empezar a escribir una histora desde la mitad o incluso desde el final. También puedes elegir un fragmento aislado. No tiene que ser algo importante, es solo para romper el hielo y tener un punto de partida. Empieza y por favor no mires hacia atrás.

«La inspiración existe, pero tiene que encontrarte trabajando».

Pablo Picasso

2) No existe un comienzo perfecto, deja de buscarlo: Lo primordial es empezar a escribir para tener algo con lo que puedas trabajar. Ve las palabras como la piedra con la que habla el tallador. Si no hay palabras, no hay nada. No te preocupes si tus borradores son malos. Para eso son, para equivocarte y ver por dónde van los tiros.

Segunda trampa: Caer en la superficialidad

Nos pasa a todos los escritores, algunos más que a otros; enfocarnos demasiado en el ámbito estético de nuestra literatura, en palabras exóticas o florituras que son caviar para los ojos y puede que para el oído también, pero que no significan nada realmente. O quizá significan algo para cierto lector, pero no representan lo que queremos expresar o decir, si es que queremos decir algo en primer lugar y nuestra intención no es poner palabras solo porque se ven bien o suenan poéticas. Para no caer en esta trampa, será preciso que repasemos bien cuál es la idea esencial de nuestro texto —si es que la hay— y entender que a veces, menos es más.

Tercera trampa: No ser preciso, divagar

En la segunda trampa uno camufla las ausencias con maquillaje literario. En la tercera existe una desconexión entre palabras, párrafos, tiempos e ideas, y se puede ver a simple vista. Un antídoto para esta enfermedad podría ser desmenuzar lo que queremos escribir. Asígnale a cada párrafo una palabra o idea clave y asegúrate de que al juntar todo esto se vea el panorama con precisión. Cuando repases el texto, elimina cualquier fragmento que se aleje de tus ideas clave (el vil relleno).

El error de Áyax

Pintura de Áyax.

Áyax el grande, conocido como el baluarte de los aqueos, fue un guerrero cuya valentía y coraje eran motivo de admiración y terror, dependiendo del bando en el que se estaba. Pese a no ser un héroe muy astuto, se desenvolvía bien en situaciones críticas y en el campo de batalla solo era superado por Aquiles. Para los que conocen bien las hazañas de este último, el segundo lugar no hace más que enaltecer a Áyax.

Poco después de la muerte de Aquiles se celebran juegos en su honor. Tanto el arma como la armadura divina del difunto son entregados como premio al guerrero más valiente. Existen muchas versiones de este evento, pero lo concreto es que Áyax pierde y las armas son entregadas a Odiseo (Ulises). El veredicto es devastador y acaba siendo el prólogo de un trágico final.

En ojos de Áyax, quien se tenía en muy alta estima, el único guerrero superior a él era Aquiles. Era imposible que Odiseo estuviera siquiera en la misma pintura. Fue tanto el impacto en Áyax, que es consumido por la humillación y posteriormente por la cólera. En su mente maquina una venganza contra los jueces y los líderes griegos, venganza que nunca llega a concretarse, puesto que Atenea lo ataja a tiempo y le infunde la locura por esa noche. En su delirio, Áyax aniquila un ganado completo de vacas y ovejas, y a la mañana siguiente, al recobrar la cordura, se da cuenta de sus terribles actos y siente una vergüenza de la cual es incapaz de reponerse. Como si fuera el último eslabón de una cadena maldita, el héroe entierra su espada desde el mango y se deja caer sobre el filo, encontrando así la muerte.

¿Cuál fue el error de Áyax?

El mismo que hemos cometido tú y yo, en más de alguna ocasión. Esta historia de la mitología es un recordatorio para mantener nuestro ego en equilibrio y no dejar que el orgullo nuble nuestro juicio, por más competentes que seamos e incluso si se cometen injusticias. Después de la muerte de Aquiles, Áyax bien pudo haber sido el mejor guerrero. Paradojicamente y por no poder controlarse, terminó cometiendo suicidio, un acto que era muy mal visto por los griegos y motivo de deshonra.

«Considero más valiente al que conquista sus deseos que al que conquista a sus enemigos, ya que la victoria más dura que hay es la victoria sobre uno mismo». Aristóteles

Enroque largo IV

El primer pétalo era de rosa. Tanto su color como su forma se asemejaban a una copa de vino. Ese hallazgo fue como el primer puñetazo en una pelea de boxeo. La nostalgia me tanteaba, y aunque no me doblegué al instante, tardé poco en sentir una suerte de nocaut emocional. Entre algunas brumas pude rescatar recuerdos de mi mamá guardando pétalos en sus libros. Tréboles, hojas de aromo, girasoles completos. Puede que sirvan más adelante, solía decir.

Me zambullí por completo en la polvareda, las texturas y la tinta, impulsado por la añoranza. Vi libros que me contaron toda su vida, vi otros que me dieron la espalda. Otros me regalaban ramitas de eucalipto, semillas o un pétalo. Estos últimos eran los que yo buscaba. Y así estuve una semana entera hasta completar la colección.

Eran casi cuatro mil libros, ¿será que nunca los contaste, mamá? Sé que no te gustaba como escribía Bolaño, pero tenías algo en común con él. Para ustedes dos robar libros no era un delito.