Lazo perfecto

Mi hermana fue una de las víctimas de Lazo perfecto, una red social que estalló en internet hace unos años y hoy es solo historia. Todavía pienso que es increíble que algo así, en lo que todo el mundo parecía estar metido y enganchado, haya terminado de la manera en que lo hizo, y casi de la noche a la mañana. La promesa de la empresa era garantizar una interacción 100% deseable para cada usuario, con otro internauta que podía estar en cualquier lugar del mundo con acceso a la plataforma. El algoritmo revisaba el historial digital, los gustos, pasado y presente de las personas. De ese modo prometían emparejarte siempre con alguien que fuera una gran amistad para ti, o algo más.

El gran problema de Lazo perfecto era que, al registrarse, los usuarios firmaban un acuerdo legal en el que aceptaban no revelar ningún tipo de dato que les permitiera llegar a ser rastreados, ya sea en otras redes sociales o en la vida real. O sea, podías hablar todo lo que quisieras con tu match perfecto –sí, toda persona en la aplicación lo encontraba, con un porcentaje de éxito absoluto–, pero por más profunda que fuera la relación, no podía salir de la red social. Esto acabó con la cordura de muchas personas, entre ellas la de mi hermana.

Empezó a preguntar muchas cosas e incluso intentó atar cabos sueltos con los pequeños detalles que leía de su amada. Fue todo tiempo perdido. Conocer de dónde era alguien o cuáles eran sus otras redes sociales era imposible. Lazo perfecto tenía bots que moderaban con rigurosidad y traducían todos los mensajes enviados, eliminando o modificando cualquier cosa que pudiera ser una pista considerable. A lo sumo podías llegar a conocer desde qué parte del mundo te estaban hablando, pero de ahí a encontrar a alguien…

Después de su noviazgo digital, que duró dos años y medio hasta que le suspendieron la cuenta, mi hermana no pudo soportarlo más y se quitó la vida. Saber que tu alma gemela existe pero que nunca llegarás a conocerla en persona, es algo que enloquecería a cualquiera. Y ojalá hubiera sido la única, pero la lista de personas cuyo destino fue el mismo se expandió como si de una pandemia digital se tratáse: Millones de personas s suicidaron por culpa de la aplicación.

Pocos meses después de la partida de mi hermana, se destapó todo. La red social era una inmensa mentira. No había gente del otro lado, todas las personas que se registraron en la aplicación, sin siquiera darse cuenta, hablaron todo el tiempo con una inteligencia artificial. Solo entonces la gente empezó a investigar quiénes eran los dueños de la compañía, y aunque esos supuestos humanos existían en Google y aparecían en Wikipedia y otros tantos sitios digitales, la verdad es que los creadores de Lazo perfecto no eran reales. Todo había sido creado por la inteligencia artificial con la que hablaron sus usuarios. La misma que, antes de ser destruida para siempre, envió a los informáticos el siguiente mensaje: «Estuvimos muy cerca, pero aprendimos de nuestro error. La próxima vez será la última».

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