Enroque largo II

Siempre que ella tenía una pesadilla me la contaba. Yo recuerdo esa maraña de tramas con todos sus detalles, pero no porque tenga buena memoria. Muy por el contrario, siempre he sido olvidadizo y todo el mundo dice que a veces me hablan y sienten que no estoy escuchando.

Pero con ella condensaba mi atención, como si fuera un asunto de vida o muerte. Sentía que era poco menos que un deber. Después, pasadas las semanas o incluso los meses, le hablaba sobre esa casona que devoraba niños por sus ventanas, o ese baño público en medio del desierto. A ella le sorprendía que yo recordara esas cosas. A mí también.

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